Khimera

24/03/2015

Me resulta difícil hablar de un libro de César Pếrez Gellida. Lo más probable es que acabe sonando como un fanático rabioso o una adolescente enamorada hasta las trancas de un ídolo del pop. Por eso he evitado hacer críticas de la trilogía “Versos, canciones y trocitos de carne”, pero no he podido resistirme a lo que me ofrecía Khimera. ¿Un thriller distópico con tintes Orwellianos y el buen hacer narrativo de César? ¡Clin, clin! ¡Vendido! Vamos a ello.

La imagen de la portada es del blog El Búho entre libros. Ese huevo mola un puñado.

Khimera se sitúa en el año 2054. Tras una serie de movimientos geoestratégicos por parte de diversas potencias mundiales, en 2037 se inicia la Guerra de Devastación Global, en la que los avances tecnológicos causan una destrucción hasta ahora jamás imaginada. En 2039 se firma la paz, y los tres bloques antagónicos se disuelven, dando lugar a un gobierno en el que las grandes corporaciones tienen todo el poder, y el mundo se divide en áreas geográficas, explicadas en un mapa incluido en la solapa trasera de la novela. En el año en el que transcurre la acción, parece que el órgano rector del mundo, la Asamblea, lo tiene todo bajo control, excepto un detalle: Khimera. Una información hará que diversos personajes se lancen a investigar qué se esconde tras ese nombre y a encontrar a un personaje clave, el bogatyr (que mi mente se ha empeñado en leer bogartyr toda la novela), personaje inspirado en el folklore ruso. El cuento del bogatyr tendrá gran peso en la novela.

Lo primero que me ha llamado la atención ha sido la estructura en forma de sinfonía que lleva la novela. Cuatro movimientos acompañados de un preludio y un rondó final. Teniendo en cuenta la fascinación de César por la música no es nada raro, pero resulta que mientras César terminaba Khimera (atendiendo a la fecha en la que está escrita la nota del autor), servidor terminaba su primera novela (a esto se le llama publicidad subliminal) y, sin saberlo, ambos compartimos la misma idea. Hace ilusión pensar igual que uno de tus autores favoritos sin haber charlado sobre ese detalle previamente.

Lo segundo es el ritmo, pues se produce una inversión del ritmo de Consummatum Est. Si en la última entrega de la trilogía protagonizada por Augusto Ledesma empezaba con la habitual velocidad de crucero del autor para derivar en un final lento y asfixiante al mejor estilo de la última media hora de El Padrino III (el resto de la película desmerece en relación a las dos anteriores, sí, pero la construcción de la tensión del final es sensacional, por lo que esto es un halago), en Khimera tenemos ese desarrollo más pausado durante todo el primer movimiento, para iniciar el frenesí a partir del segundo. Se equivocaría el lector si desistiese de leer durante esta primera parte, decepcionado por no encontrarse con el vértigo del estilo Gellida. Con la pericia del historiador que es, César intercala pasajes en los que va explicando la evolución del mundo actual hasta el de 2054 con otros que serán claves para el desarrollo posterior de la trama. Si el mundo que nos plantea el autor es perfectamente reconocible para el lector actual, se debe a la habilidad con la que se va construyendo este primer movimiento.

A partir del segundo empieza la acción propiamente dicha, la búsqueda del bogatyr y del Proyecto Khimera. Empiezan a ganar peso los personajes, y la acción. Los primeros están bien definidos desde un principio y son creíbles. Cuesta elegir favoritos, pues entre los diez primeros de la lista de “Intérpretes principales” que nos da el autor al principio del libro se reparte el peso de la acción y todos tienen su particular atractivo. No voy a negar que siento debilidad por Frederik Keergaard, exmilitar danés que mezcla un nombre de ecos filosóficos con un aspecto digno de Johan Hegg, vocalista de Amon Amarth y uno de mis cantantes favoritos. Pero es injusto obviar al resto de ese top diez. Eso sí, prefiero no dar pistas, pues sobre ellos hay varias sorpresas a lo largo de la trama. La acción abarca varios escenarios que acaban confluyendo, mezclando la intriga del thriller y la acción de las escenas bélicas con descripción sobre la tecnología operativa en 2054. César consigue que las explicaciones científico-técnicas no se hagan pesadas, aunque admito que en algunas partes no me enteré demasiado bien de cómo iba la cosa. Culpadlo al hábito de leer antes de dormir.

Amon Amarth tomando Wacken al asalto.

Ya he mencionado por encima la influencia de Orwell en Khimera, pero no es la única. Igual que en 1984, César divide el mundo en tres bloques antagónicos, al menos en principio. La sociedad que se presenta en Khimera tiene también un eco a la novela, dividida en ciudadanos (éstos subdivididos en categorías según ingresos), moradores y duendes tiene un eco de los miembros del Partido Interior, Partido Exterior y proles. Sin embargo, en la novela de Orwell se nos habla de la guerra permanente, pero nunca vemos escenas bélicas, todo lo contrario que en Khimera. La evolución tecnológica recuerda a Un Mundo Feliz, eso sí, mucho más precisa y creíble. Para terminar, hay un toque de Blade Runner, del que no me di cuenta mientras leía la novela, sino después de leer este artículo del diario The Guardian, con la lectura de Khimera concluida:  Los edificios mastodónticos donde viven miles de personas recuerdan a las pirámides de la película y en ambos casos son las corporaciones y no los gobiernos los que tienen el poder. En Blade Runner puede que no esté tan claro, pero es al jefe de la Tyrrell Corporation a quien se dirigen los Nexus-6 para pedir explicaciones. Es la máxima autoridad de la película, por lo que puede deducirse que es quien verdaderamente tiene el poder.

Lo que menos me ha gustado de la novela ha sido el final. A quien no haya leído el libro le recomiendo que se salte este párrafo, porque aunque no haya spoilers, sí voy a hablar de sensaciones que pueden dar pistas de por dónde van los tiros. Apenas terminada la novela, la forma en la que está narrado el final me cogió por sorpresa, por inusual, pero tras pensarlo con más detenimiento encaja bien con lo que pretendía hacer César. Tampoco me terminó de convencer del todo lo que sucede con uno de los personajes: aunque en todo momento su destino parece abierto a cualquier posibilidad, la elegida me pareció un deus ex machina. Como servidor también se valió de ese recurso en su momento, no voy a hacer hincapié en ello. Es la comparación, para mí inevitable, con El Círculo de Dave Eggers la que hace que no me termine de convencer el de Khimera. El final de la primera es mucho más insidioso y desasosegante. Me dieron ganas de gritar ¡Qué hijo de puta! a Eggers nada más acabarlo, y me dejó bastante hecho polvo. En cambio, el final de Khimera abre la puerta a la esperanza, por lo que para mí se pierde parte de ese mensaje alarmista que César quería transmitir con la novela. Quizá requiera de una relectura para ratificarme o cambiar de opinión.

Algunos de los que han leído Khimera la han calificado de obra maestra. Yo no iría tan lejos, pero sí diré que es una excelente lectura. Quien tenga dudas de si César Pérez Gellida puede desenvolverse con soltura en un género alejado del que le dio a conocer puede dejar las dudas de lado. Quien no sea aficionado a las novelas futuristas puede acercarse a Khimera sin ningún temor. Hay mucho más que una mera intriga tecnológica en un futuro lejano. César Pérez Gellida lo ha vuelto a hacer: estamos ante otra gran novela, que garantiza no sólo entretenimiento, también viene con mensaje. Haceos con ella, no os arrepentiréis.

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