Lacras, rumores y rivalidades

01/12/2014

Seamos sinceros: ¿hace cuánto tiempo que no vivíamos en España una tragedia como la sucedida esta misma mañana? (Aunque no lo leáis el mismo día, lo escribí el día 30). Un aficionado del Deportivo de la Coruña ha muerto tras caer al río en mitad de una reyerta entre aficionados del Depor y seguidores del Atlético de Madrid, en la que, según parece, también han estado implicados ultras de otras aficiones. Después del ejemplo que dieron los seguidores del Rayo apoyando a la anciana desahuciada en Vallecas la semana pasada, el fútbol se tiñe de negro por culpa de una caterva de psicópatas que ven en este deporte la manera de saciar sus instintos violentos.

Los miembros de las aficiones ultra se han caracterizado siempre por ser los más animosos en el estadio, y los más incívicos y brutales fuera. No tengo nada en contra de lo primero, a pesar de que en muchas ocasiones más que apoyar al equipo se mofan del rival, con actitudes racistas o hirientes, cosa que sí deploro. Pero lo peor es lo otro. Justificar las palizas, la violencia, e incluso la muerte de otros aficionados por medio de la pasión por un club y sus colores es propio de bárbaros. Y no de esos bárbaros del poeta griego Cavafis (hay debate sobre si ha de mantenerse la castellanización o usar la grafía K del griego), que en realidad eran la solución, sino el problema. Sin embargo, se les sigue dando cabida en los estadios de fútbol, y encima tenemos que dar las gracias de que no tengan tanto poder en los clubes como las barras bravas argentinas, al menos en teoría. Y mientras, Cerezo echando balones fuera diciendo que los incidentes no tienen nada que ver con Deportivo y Atleti. No, si ahora resultará que los violentos eran del Rayo Valdestillas y el Club Deportivo Las Quimbambas, no te jode. Una cosa es que estos sujetos no representen al conjunto de ambas aficiones, y otra, que no tengan nada que ver.

No voy a meterme a psicólogo ni sociólogo para intentar desentrañar los motivos que llevan a estos individuos a zurrarse la badana antes de un partido, en vez de disfrutar con el espectáculo, pero sí apuntar que si tanta necesidad tienen de partirse la cara, existen medios para ello, y no menos efectivos: el boxeo o las artes marciales ofrecen una alternativa sana, donde sólo sufren las consecuencias los dos contendientes, y donde no se necesita ninguna justificación absurda para desfogarse. Es una competición en la que juegan factores como la fuerza, la velocidad, la resistencia, la estrategia o el estado de forma para imponerse al otro. Y una vez se baja del ring, todo queda pasado. Y si no les vale, que monten su propio Club de la Lucha. Y que se dejen de darle munición a los intelectuales de medio pelo y a los buenistas-buenrrollistas-somos-las-mejores-personas-del-mundo, que con el argumento simplista de “odio el fútbol” (cuando lo que odian es la mercantilización, el chalaneo y los privilegios de ciertos equipos, porque si no, también tendrían que odiar a esa gente que juega por placer, o lo hace en categorías inferiores, en campos en condiciones lamentables, y con incómodos desplazamientos, mientras que para ganarse el sustento tienen un trabajo como profesor, o barrendero, los que lo tienen) se ponen por encima de todo aficionado al balompié, como santos a los que adorar y ejemplos a seguir.

Para terminar el dislate, según la LFP, se intentó la suspensión del partido, pero para ello habían de notificar a la RFEF, y al ser domingo, no había nadie en las oficinas de la Federación para atender el requerimiento. Digo yo que, en un caso como éste, se hubiera podido perdonar el saltarse el cauce legal, y una llamada al número privado de Villar hubiera bastado para que se aplazase el encuentro. Pero ni por ésas. El partido se jugó, con silbidos para los del Frente Atlético, procedentes de otros sectores de su afición, y gritos de “asesinos” por parte de algunos aficionados coruñeses.

Cambiando de tercio a algo menos grave, el otro día Juan Morán se sacó de la manga un gran artículo para Diarios de Fútbol, no mi blog futbolero de cabecera, sino prácticamente el único que leo, aparte de la información general de los habituales diarios deportivos, por lo que me repito más que el ajo. (Quien busque otros medios, ellos mismos tienen blogs recomendados, que presumo serán un acierto). El caso es que Morán trazaba un paralelismo entre la legendaria rivalidad entre Jordan y Magic en los 80, y cómo su pasión por el segundo le privó de disfrutar plenamente de la carrera del primero hasta que fue demasiado tarde, y la actual competencia entre Cristiano Ronaldo y Messi, y cómo los que se empeñan en menospreciar al que no ha conquistado sus corazones, se pierden la posibilidad de algo nunca visto en el mundo del fútbol, y es que dos auténticas bestias pardas coincidan en el tiempo en plenitud de facultades. Es difícil no asombrarse ante la capacidad del luso y el argentino de hacer trizas los récords anteriores, de dejar actuaciones memorables día sí y día también, y cómo el día que no marcan goles parece algo impensable, y como encadenen dos o tres partidos sin hacerlo, hay crisis y decadencia garantizada. Otra cosa es que a cada cual le haga tilín uno más que el otro (servidor por ejemplo no traga a Cristiano, que, por cierto, cada día que pasa le encuentro más feo, mientras que Messi se mantiene constante en su fealdad). Y mientras, nos vemos sacudidos por las continuas campañas de descrédito de los medios afines, en una competición interminable sobre quién es el mejor. Y si para ello hay que hacer el ridículo (lo siento, a mí me pareció ridículo, como si lo hubiera hecho la otra afición) de ponerse una careta de tu ídolo para mostrar tu apoyo a la conquista del Balón de Oro, no hay problema alguno.

Y hablando de Messi, han saltado los sempiternos rumores de que se quiere largar del Barcelona, por unas declaraciones en las que dijo que quería terminar su carrera en el Barça, pero que a veces las cosas no se dan como uno quiere. Y es cierto que en esta vida hay variables imponderables que fastidian a uno los planes (algo que, a su vez, a mí me fastidia bastante). Pero no significa necesariamente que esas variables vayan a cumplirse por ley. Pero da igual, el rumor estaba servido, y saltó la posibilidad de que Messi recalara en el Chelsea, alabada por una tal Direct TV (primera noticia que tengo de esa cadena, ¿qué relevancia y fiabilidad tiene?). Y yo me dije: me creería que Messi se fuera al Bayern. O al United. O al City. Hasta al PSG, aunque no sé si acabaría a palos con Ibra (recordemos que la temporada del sueco en el Barça coincidió con la explosión de Leo). ¿Pero al Chelsea con su adorado Mourinho? No me toquéis los atributos sexuales masculinos, por favor. Preguntado Mou al respecto, se desmarcó de la cuestión despachándola como un rumor.

Para acabar, siguiendo con los rumores, uno que llevaba años rondando la mente de muchos aficionados de la lucha libre por fin tomó forma, cuando Steve Borden, conocido como Sting, al que no hay que confundir con el ex Police Gordon Matthew Thomas Sumner, también conocido como Sting, se subió por primera vez a un ring de WWE, para compensar la interferencia de Triple H en el tradicional combate de supervivencia de este PPV. Técnicamente, ya había peleado para la compañía de Vince McMahon en el último episodio de Nitro, ya que se había formalizado la compra de la World Championship Wrestling, principal competidora de WWE en los 90, pero para muchos aficionados no contaba. Ahora sólo falta saber si esta aparición de “The Icon” será la única, y si peleará, aunque sólo sea una vez, en Wrestlemania. Borden ya esta mayor, por lo que no se cree que el combate que los fans esperan, contra el Enterrador, acabe produciéndose. Debido al estado físico de ambos, la pelea será muy inferior a la que se hubiera podido dar en 2001, cuando WWE compró WCW. Pero las reticencias de Borden hacia Vince McMahon, y su posterior amistad con la dueña de TNA, Dixie Carter, nos han privado del combate que ambos luchadores hubieran mantenido en el punto álgido de sus carreras. Ahora nos quedará un sucedáneo, si es que se da. Pero así es la vida.

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