¡Oh, no! ¡Parón de selecciones, no!

17/11/2014

Advertencia:  esto está mandado el sábado antes del España-Bielorrusia, y no me apetece reescribirlo entero, ¿capisce? Encima voy a quedar fatal con el quinto párrafo.

El fútbol puede ser una de las cosas más emocionantes e intensas, pero también aburrido hasta decir basta. Si hay algo que no soporto, son los parones para que juegue la selección española. Alguno dirá que es antipatriotismo, pero no. No me apetece tener que zamparme un España-Bielorrusia que ya he visto mil veces: Bielorrusia con el autobús en busca de la contra, y España en busca del hueco imposible para traspasar la muralla. Que luego caigan o no los goles depende del día. Así que no, no le haré demasiado caso. Lo justo, que será cuando me avisen de que España ha marcado un chicharrito.

Eso sí, esta vez no tenemos que aguantar otro insufrible amistoso en el quinto infierno para que suene la registradora de la federación (¡clin, clin!), y se embolse un buen puñado de euros que no sabemos adónde carajo van a parar, todo por ver un España-Guinea Ecuatorial que, sinceramente, interesa más a los guineanos que al resto. Acodados en la barra del Les Paul, mi hermano me recordó que esta vez no vamos a tener un desplazamiento kilométrico y un rival de poca entidad, sino que nos vamos a enfrentar a la Mannschaft, la actual campeona del mundo. Bendita la hora en que se les ocurrió firmar el acuerdo de jugar dos amistosos entre ellas (ida y vuelta) a España, Francia, Alemania, Holanda, Inglaterra e Italia. Desplazamientos mucho más cortos, y mayor posibilidad de buenos partidos.

Claro, que todo no es tan bonito como lo pintan. Como no podía ser de otra forma, el partido aburrido es el sábado, que no tengo nada que hacer, y el que me interesa es el martes, que coincide con mi hora de escribir. Entre siete y diez tengo una cita con el portátil, la biblioteca y el folio en blanco, al menos la parte de abajo, que ya llevo bastante escrito. Ahora que puedo darme el lujazo de sentarme a la hora que mejor me va, y más palabras pasan del cerebro al texto, lo tengo que aprovechar mientras pueda.

Para cerrar el rollo de la selección, estos parones sacan el deporte nacional favorito del país, criticar a Del Bosque. Haga lo que haga, siempre hay palos. Todos sabemos más que él, servidor incluido, aunque no tengamos ni puta idea. Además de largar nombres que sobran y faltan, luego se añaden polémicas varias, como la de Diego Costa, lesionado en teoría, pero salvador del Chelsea con un gol, y el condenado “Virus FIFA”, que tanto mal puede llegar a hacer. Cesc es baja, le sustituye Bruno. También Schürrle. Para los amantes de las conspiraciones, ambos del Chelsea, como Diego Costa. Ahí lo dejo.

Pero si hay algo inexplicable no sólo de esta convocatoria, sino también de las de su club, es la contumacia de seguir llamando a Pedro. Antes se podía justificar porque, aun rindiendo mal en el Barça, con la Roja tenía no una flor en el culo, sino los Jardines de Sabatini, y partido de la selección que jugaba, golito que marcaba. Ahora el jardín es el desierto de Namibia, y su presencia, más que sumar, resta. Aunque eso sí, me juego lo que sea a que si en vez de Alexis, se hubiera marchado el canario, el chileno no daría pie con bola, y Pedro sería estrella de su nuevo club. Murphy haciendo estragos, oiga.

Lo del desierto de Namibia está escogido adrede. Buscando uno distinto del Sáhara, que es el tópico, me acordé de este país del sur de África, y más en concreto, de su deportista más conocido, el velocista Frankie Fredericks, ganador de las únicas medallas olímpicas del país, dos platas en Barcelona 92 y otras dos en Atlanta 96, ambas en 100 y 200 metros lisos. A partir de ahí han empezado a surgir otros nombres de la época, como Donovan Bailey, Michael Johnson, los últimos tiempos de Carl Lewis, Linford Christie, Ato Boldon o Maurice Green. Nombres que a muchos les sonarán a chino, pero con los que creció un servidor. Igual me da por hacer una sección revival de vez en cuando. Que se calle el del fondo, que le he oído decir eso de ¡nostálgico!

En el mundo del motor, suerte dispar, dependiendo del deporte. Mientras en motos hay un triplete de campeones del mundo, con los hermanos Márquez y Tito Rabat, Alonso pena en la que será su última temporada en Ferrari. Lo que no entiendo es, si acabó a palos con los de McLaren, por qué le sitúan de nuevo en esa escudería. Imagino que la cosa ha cambiado en todos estos años. Por cierto, que yo siempre voy con pilotos del montón y que tengan nombres molones. Antaño, yo iba a muerte con Narain Karthikeyan, pero desde que el piloto indio no está en la F1, he tenido que cambiar. El año pasado apostaba por Paul di Resta. Este año, voy con Valtteri Bottas. Para los antialonsistas, que el finés de divertido nombre y talento mediano acabe por delante del asturiano puede ser unas risas. Todo está por ver.

Estos días se celebra el mundial de halterofilia, donde Lidia Valentín partía con opciones de podio, tras ser subcampeona de Europa el año pasado, y la medalla de oro en 2014. Al final, ha sido quinta, con récord de España en arrancada. Lástima de medalla, pero muy buena actuación de todos modos. Por cierto, aunque viéndola hablar por la tele parece una mujer de lo más tranquilo, su físico es de los que amedrenta. Pero que conste que no es por eso que la felicito, ¿eh?

Finalmente, una de mis ideas disparatadas, en la que, por fin, he conseguido colar política en esta columna, con el nihil obstat de los jefes. Tengo que mandar un tweet (me niego a la castellanización, porque puedo) a Íñigo Errejón para que, la próxima vez que vaya a La Sexta Noche, convenza a Inda para que nos dedique un «¿Qué tal, Marquistas?». Por los viejos tiempos. Y si Errejón pasa, siempre nos queda Quique Peinado.

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