Poética de Leo Messi

08/06/2015

Coincidiendo con su vigésimo quinto aniversario, El País lanzó un número especial en el que recopilaba tanto la evolución del periódico como acontecimientos y noticias relevantes en ese periodo, de 1976 a 2001. Para las noticias deportivas pidieron a una treintena de deportistas españoles que eligieran cinco momentos que mereciera la pena recordar: los nueve dieces de Nadia Comaneci en la Olimpiada de Montreal 76; la canasta con la que Michael Jordan sentenció la conquista de su sexto anillo de campeón de la NBA en el sexto partido ante Utah Jazz; la medalla de oro de Fermín Cacho en los Juegos de Barcelona 92; la etapa en Lieja en la que Miguel Induráin destrozó el Tour del 95; y la que nos interesa, el legendario gol de Maradona a Inglaterra en México 86.

Dice Santiago Segurola en su primera frase: «No sabemos quién será el jugador de internet, pero no hay duda de que Maradona fue el futbolista del vídeo». Ya se puede dar una respuesta a esa pregunta planteada hace catorce años. Pero me interesa más el párrafo dedicado a la poesía. Leamos las palabras del maestro:

«Es raro que no se haya escrito un poema sobre esa aventura de gol. Si lo hubiera marcado algún inglés de aquellos días –cosa imposible, aunque al zurdo John Barnes no le faltaba ingenio–, un Tennyson contemporáneo habría cantado la proeza como cantó el viejo Alfred la carga de la brigada ligera en Balaclava. Sólo que esta vez la brigada ligera, es decir, Maradona, derrotó al ejército de defensas que le salió al paso. Lo más parecido al poema ausente fue la exaltada narración de Víctor Hugo Morales».

Esas palabras legendarias, el inolvidable «barrilete cósmico, ¿de dónde viniste para dejar por el camino a tanto inglés?», es poesía pura, se pongan como se pongan los intelectualoides sensibleros. La frase capta toda la intensidad del momento, el asombro ante la carrera imparable del astro argentino, y la posibilidad de que éste realmente no fuera humano. Una metáfora improvisada de impagable precisión y belleza.

La pregunta que me surge es: si aquel gol de Maradona fue merecedor de un poema, ¿cómo se podría elaborar no un poema, sino toda una colección inspirada por Leo Messi? ¿Qué elementos estilísticos recogerían con precisión el estilo del rosarino? He estado dando vueltas y me he dado cuenta de que mi respuesta no puede ser definitiva. Me faltan conocimientos, pues si bien he estudiado bastante poesía, estoy más limitado en ese campo que en el de la narrativa. Además, Leo Messi desafía constantemente las neuronas de los que tenemos que describir sus acciones. Faltan adjetivos y hay que inventar metáforas, como ésta:

Leo es el espejo de Galadriel, la dama del Señor de los Anillos. Mirarse en él muestra cosas que pasaron, otras que ocurrirán y algunas que pueden producirse aunque nunca tendrán lugar.

Yo no tengo tanta audacia como Abel Rojas, pero sí sé los poemas a los que me recuerda el juego del argentino. Sólo la suma de todos ellos nos daría una aproximación a la poética de Leo Messi.

Es imposible no mencionar el poema de Tennyson al que alude Segurola. Para el lector despistado, la carga de la Brigada Ligera habla de uno de los mayores desastres de la historia militar, convirtiendo una sonada derrota en un canto épico tal que uno diría que fue una victoria. Durante la guerra de Crimea, las tropas británicas y rusas combatieron en Balaclava. La orden que se dio a la Brigada fue la de atacar para hostigar a la artillería rusa en retirada, pero un error en la cadena de mando envió a la Brigada a una carga frontal contra los cañones rusos. Tennyson, entonces poeta laureado –es decir, el encargado de escribir versos en ocasiones importantes por orden del monarca–, leyó la noticia en el periódico y compuso los legendarios versos. Uno imagina el humo, los disparos, los cascos de los caballos y visualiza a Maradona ante Inglaterra y a Messi ante el Athletic en la última final de Copa, esquivando tarascadas como metralla, cabalgando sobre dos piernas con en único objetivo de marcar, y pone de banda sonora al propio Tennyson recitando el poema, o el mítico galope del bajo de Steve Harris, mientras Bruce Dickinson exhorta a las masas a que aúllen el «Oh, oh, oh» del estribillo de The Trooper, himno de Iron Maiden inspirado en este poema.

En la misma línea épica se inscribe mi segunda selección: la Canción del Pirata de Espronceda. Tiene un ritmo bombástico que casa a la perfección con las carreras de Leo Messi, pero sobre todo, tiene unos versos que describen la figura del astro:

Navega, velero mío,

sin temor

que ni enemigo navío,

ni tormenta, ni bonanza

tu rumbo a torcer alcanza,

ni a sujetar tu valor.

Así es. No hay enemigo que consiga detener a Messi cuando agarra la pelota y decide inventar un camino a portería que sólo él ve y el espectador juzga imposible. Siempre hay quien trata de restar méritos, olvidando que el fútbol ficción es sólo eso. Leo hace lo que hace y nadie su rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar su valor. Los siguientes versos del poema podría decirlos el propio futbolista, si alguna vez encontrase la gracia necesaria para hacerlo:

Veinte presas

hemos hecho

a despecho

del inglés

y han rendido

sus pendones

cien naciones

a mis pies.

Lo de las cien naciones se queda corto, pues son todas las que tienen acceso a televisión o internet las que han caído a los pies de Messi, y creo que son más de las cien del poema. Para terminar con Don José, unos versos que dan lugar a dos interpretaciones:

En las presas

yo divido

lo cogido

por igual:

sólo quiero

por riqueza

la belleza

sin rival.

Mientras que el aficionado lo único que quiere es la belleza sin rival de las acciones del argentino, éste no divide lo cogido por igual, sino que la parte que corresponde a los demás desaparece por la magia de la contabilidad creativa, y sólo se recupera parte ante la amenaza de la ley. Una lástima tener que poner tan gran pero al jugador culé.

Tiene el juego de Leo Messi algo que recuerda a los partidos del patio del colegio, cuando el bueno cogía la pelota y hacía algo que dejaba al resto por los suelos. Quizá Leo no tenga ese aire tan juguetón como la mejor versión de Ronaldinho, lo que no significa que no exista ese eco infantil, lo que me lleva a mi tercera (y quizá más discutible) elección: William Blake. En Canciones de inocencia, Blake escribe un poema llamado The Lamb, el Cordero, que podría cantarse como una melodía infantil, una tonadilla que los niños podrían cantar mientras juegan, igual que parece que Messi juega como los niños. Luego está, por supuesto, una de sus citas más famosas, la que inspiró a Aldous Huxley a titular un ensayo dedicado al uso experimental de las drogas como «Las puertas de la percepción» y a Jim Morrison a bautizar a su banda The Doors. Traducida, vendría a decir lo siguiente:

«Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito».

Messi ha purificado esas puertas, y nuestra percepción de su fútbol es que es infinito. Cuando creemos que ya lo hemos visto todo con claridad prístina, él hace algo nuevo que deja al espectador asombrado y al cronista desesperado por un nuevo símil. Desde Leo Messi no percibimos el fútbol del mismo modo, por tanto, en ese aspecto, Leo es completamente blakeano.

Para concluir, es necesario hablar de la belleza del juego de Messi. Cautiva al espectador como cautivaba la belleza de la amada a los neoplatónicos, a quien tantos dedicaron sus versos, y pocos como Garcilaso de la Vega. El soneto XXIII describe a la mujer idealizada según los cánones de la época y la invita a disfrutar de esa juventud que no durará para siempre. Quien quiera describir la belleza de los goles de Leo ha de tener la misma delicadeza garcilasiana, y el espectador no ha de desaprovechar la ocasión de recrearse en el fútbol del argentino. Internet captura la belleza inmarcesible de los goles, los regates, los pases, pero estos no durarán para siempre, por lo que hay que vivir este momento futbolístico único exprimiéndolo hasta la última gota, antes de que Messi se aleje como el cowboy victorioso hacia el sol poniente. Puro carpe diem.

En suma, la poética de Leo Messi ha de aunar épica, belleza, delicadeza, un toque infantil y otro trascendente, casi místico. Tal mezcla desafiaría las palabras del reputado crítico literario Harold Bloom, quien afirmó que no se está haciendo nada radicalmente nuevo en la literatura contemporánea. Tal poeta estaría haciendo algo radicalmente nuevo. Aunque quizá no sea necesario. Messi es literatura. Y su propio género literario. Cosa que ningún autor puede reclamar para sí, ni un crítico refutar.

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