Preguntas sobre la Ley de Mecenazgo

07/10/2014

El mundo de la cultura está que trina desde que se anunció que la Ley de Mecenazgo prometida por el gobierno no va a concretarse de forma independiente, sino como una serie de incentivos de la reforma fiscal cuya aprobación se prevé para 2015. Un lamento lógico, dado el estado actual de la cultura, pero no una sorpresa, dado el maltrato continuo que sufre la cultura por parte del gobierno actual desde las elecciones de 2011. Quizá estos agentes culturales esperaban demasiado.

Desde hace tiempo se viene reclamando esta ley, para favorecer la inversión privada en cultura, de modo que podamos equipararnos a otros países como Francia o Reino Unido. Dicha inversión privada supondría un balón de oxígeno para la cultura, que se ha visto privada de inversión pública y ahogada por el aumento del IVA desde la crisis. Así pues, se ven como decepcionantes las medidas propuestas, que incluyen un incentivo al micromecenazgo (también conocido como crowdfunding), por el que podrá desgravarse un 75% de los primeros 150 euros, aunque como se apunta en este artículo  es mucho o poco, dependiendo de la inversión; y un aumento del porcentaje desgravable a inversiones sostenidas durante tres años, hasta el 35% del IRPF y el 40% del impuesto de Sociedades. Medidas que el presidente de la Fundación Arte y Mecenazgo, Leopoldo Rodés, ha calificado de “tomadura de pelo”.

Todo este asunto me ha llevado a preguntarme cuál es mi postura en relación a esta ley. Estoy a favor de la inversión en cultura, pero me surgen varias preguntas, y yo que soy, como diría el Nuevo Mester de Juglaría, un escamón, no me quedo satisfecho sin hacerlas. Que alguien me las conteste ya es otro cantar. Antes me gustaría hacer una apreciación personal, un tanto malintencionada, pues a mí esto de la ley de Mecenazgo me suena a ricachos presumiendo de artistas como presumen de mansión, cochazo o yate. Pero eso probablemente sea mi inquina personal hacia los acaudalados. Sí que tengo otras cuestiones más importantes que plantear al respecto.

Habrá que poner al Mester, ¿no?

Lo primero es preguntarme a quién beneficiaría esta ley. Según este artículo, (un poco antiguo, cierto, aunque creo que en lo sustancial no ha cambiado), se entiende por mecenazgo el financiamiento, total o parcial, que realizan personas naturales o jurídicas privadas, con carácter de donación para «la ejecución de proyectos o actividades culturales que son de interés general» (la cursiva es mía). Lo del interés general me mosquea. ¿Qué manifestaciones culturales son de interés general? ¿Quién determina dicho interés? ¿No acabará sucediendo que se financien obras que realmente no son de interés general, sino de interés personal? ¿Abundará el enchufismo? ¿Se financiará en exclusiva a autores consagrados o los nuevos artistas podrán asomar la cabecita? Las dos primeras preguntas tienen difícil respuesta. Las dos siguientes, a mi modo de ver, están más claras, habrá interés personal y enchufismo, casi seguro. La última también es de las complicadas. Imagino que habrá de todo, pero si el novato tiene enchufe, mejor. Pensando en mi caso, estoy pegándome con mi segunda novela, que me está costando bastante más que la primera. Si me decidiera a buscar un mecenas (cosa que no voy a hacer, por razones que detallaré luego), estoy jodido, pues dudo mucho que mi novela sea “de interés general” cuando el público lector es bastante específico. Aún así, me pregunto si alguno de los beneficiaros del mecenazgo estará en mi situación, pero su obra se encuadre en ese etéreo “interés general”, aunque no lo sea.

Otra de las cuestiones que se me ocurren es que esta ley es, en cierto modo, un recorte a la libertad de expresión. Si un artista recibe financiación de una institución, lo lógico es que no muerda la mano que le da de comer, y todo lo que se refiera a su mecenas será alabado ad nauseam (me encanta esa expresión), aunque no sea digno de ello. Cierto es que esta limitación es voluntaria, porque nadie obliga a un artista a aceptar ese mecenazgo. Es por eso que yo no aceptaría el mecenazgo de nadie, a menos que mi situación sea desesperadísima. Como tengo la suerte de que no es así, de momento, puedo permitirme ese lujo. En mi timeline de Twitter apareció hoy una cita que refuerza mi razonamiento. Juan Gómez-Jurado retuitea a Jesús Nieto, que escribe: “Dice Raúl del Pozo, y dice bien, que el escritor debe ir con la navaja albaceteña en la boca”. No he dado con la cita de del Pozo, pero me gusta, por lo que respondí “Y otra en la bota, por si acaso”. En mi opinión, un escritor ha de ser libre de alabar y criticar a quien a su juicio lo merezca, siempre consciente del lío en el que se puede meter si se excede con sus críticas. Pero nadie ha de estar exento de las mismas, por lo que acogerse al mecenazgo cultural menoscaba su visión del mundo, privándole de censurar, si así lo merece, a quien generosamente dona su dinero a cambio de su arte. Quizá, como dice J. Maureen Henderson, eso baste para entender su ego, y estar a gusto con ello, pero para mí, el escritor se convertiría en el perrito faldero de su mecenas, por lo que me pregunto que cara se le quedaría al beneficiario si se descubre que su benefactor es un corrupto.

El tweet citado, y mi respuesta

twitter escritores

Y esto me lleva a otra gran objeción a esta ley. ¿Qué mecanismos se van a implementar para evitar que entidades fraudulentas financien a los artistas, más allá del genérico “Cabe precisar que para acceder al beneficio, el patrocinador o benefactor debe encontrarse al día con sus obligaciones tributarias”, que recoge el texto citado en el cuarto párrafo? De todos es sabido que los capos de negocios turbios tienen tapaderas respetables para guardar las apariencias. ¿Se permitirá a gente de la que se sospecha está involucrada en actividades delictivas financiar proyectos artísticos con el fin de blanquear dinero? Si se descubre que una de estas empresas de mecenazgo está vinculada a negocios ilegales, ¿qué va a pasar con los artistas? ¿Se les va a pedir responsabilidades? ¿Se les permitirá acabar los proyectos que tengan en marcha o tendrán que devolver lo gastado? Y en caso de verse obligados a devolver lo invertido, ¿cómo van a hacerlo? Tal y como está el panorama, donde los corruptos campan a sus anchas, no me parece un tema baladí. ¿Han contemplado los partidarios de esta ley todas estas opciones, o si llega el caso, la justicia les va a pillar en bragas? Tengo la impresión de que será lo segundo. Espero equivocarme.

En suma, en plena crisis, no es de extrañar que el mundo de la cultura busque apoyo económico donde sea, algo que aplaudo, a pesar de mis dudas. Pero mucho me temo que, en el país de la chapuza permanente, esta ley, si llega, no va a cubrir los puntos sobre los que pregunto. Y si llega, y no me veo obligado a ello, seguiré sin acogerme a ella. Para poder seguir diciendo lo que quiera, siempre dentro de lo razonable.

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